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Como consecuencia, a pesar de tantos años de ensalzamiento del
individualismo impulsado por la lógica neoliberal, nos hemos dado
cuenta de no somos ajenos al dolor y al sufrimiento de los otros, de
que nuestra propia salud depende en gran medida del grado de
salud del resto de la sociedad, volviendo a poner en valor la cohe-
sión social, la solidaridad y la dignidad de las personas.
Por ello, porque es necesario obtener un beneficio pedagógico
después de tanta muerte y tanto sufrimiento, hemos de repensar
algunos conceptos que con la Covid-19 han saltado a la palestra
iluminados desde nuevas perspectivas. Y uno de ellos es la “esen-
cialidad” en lo relativo a los trabajos y los sectores económicos.
La violenta irrupción de la pandemia, y la rápida adaptación estruc-
tural en los modos de producción y consumo para combatirla nos
han obligado a valorar una nueva esencialidad, no sólo en términos
laborales, sino en el establecimiento de prioridades sociales y po-
líticas conjugando lo que hasta ahora parecía irreconciliable, la
salud pública y la economía.
Los confinamientos, unidos a las tecnologías digitales han dado
lugar al desarrollo del teletrabajo, a su integración en nuestra co-
tidianidad laboral. Precisamente, la capacidad de desarrollar acti-
vidades económicas a distancia es la que ha definido ese nuevo
carácter de lo “esencial”. Y es que, por su idiosincrasia, estas acti-
vidades y servicios esenciales, no se pueden desarrollar de forma
remota, sin embargo su mantenimiento es indispensable para que
la sociedad y la economía sigan funcionando mínimamente durante
el parón del resto de las actividades y servicios.
Con la pandemia, el concepto de esencialidad se ha aglutinado en
torno a las necesidades básicas, que van más allá de las primeras
que nos vienen a la mente, como son las relacionadas con la salud
que, por cierto, son fundamentales. Hay toda una serie de activida-
des que nos han permitido, por ejemplo, mantener el acceso a la
energía y al agua en nuestros hogares, en las empresas e institu-
ciones, que nuestras necesidades alimentarias estuvieran cubier-
tas, o que pudiéramos mantener las comunicaciones mientras he-
mos estado confinados.
Durante tantos años de políticas mercantilistas, los servicios rela-
cionados con la salud pública, en muchas ocasiones han sido con-
siderados en términos de productividad por los costos económicos
que generan, ignorando y obviando su carácter esencial. De ahí a
la lógica de la privatización en busca de rentabilidad hay un paso.
La pandemia ha demostrado que la cuestión de la productividad
La pandemia ha demostrado
que la cuestión de la
productividad debería
quitarse de la ecuación en lo
que respecta a las actividades
y servicios esenciales
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